Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

miércoles, 9 de marzo de 2011

destiempo

gracias a la impuntualidad de la palabra/desconocedora del frío que produce el reloj/descubriste el dibujo, el nombre/tan vehementemente falto de volumen

nadie marca el papel del futuro/sin pretender por lo menos una vez/que querrá caminar el laberinto/convertir en sangre a los fantasmas

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