Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

jueves, 24 de marzo de 2011

no fui yo

a Gonzalo Gómez, un hermano


Todavía no salía el sol en la mañana helada
habrás traído de ayer el camino trazado
haber sido errante durante aquel estruendo

Cuando olvido que habían nacido las mazmorras
¿donde irá esa memoria?

Que yo intuyo tu espanto
me decías
que yo se que tu carne rompe sola la tension de la mañana
que sé de tu castigo tan sinuoso como el mío
de la catarata de sangre
de estallar en la cruz
de los clavos
rogando
que cese la condena

Martillar con mano propia
la espina tétrica del deseo ajeno
en mi tobillo de alitas nuevas

Luego abandonás las certezas
y tu otra memoria pregunta por tu nombre
por ese intersticio
nacido gracias a los mordiscones de la mente
reconocés las llagas infectas por el tiempo de otros
limpiás la herida:
no sos vos

no fui yo no ¡no fui yo!
¡no tengo culpa!

Ante la barbarie de la sombra
me doy a luz en una memoria íntima
que me consuele, me alivie, me perdone

que me reconozca impune del placer
en el libro de la vida
y escriba “libre de castigo”
en el de la muerte.

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