a Gonzalo Gómez, un hermano
Todavía no salía el sol en la mañana helada
habrás traído de ayer el camino trazado
haber sido errante durante aquel estruendo
Cuando olvido que habían nacido las mazmorras
¿donde irá esa memoria?
Que yo intuyo tu espanto
me decías
que yo se que tu carne rompe sola la tension de la mañana
que sé de tu castigo tan sinuoso como el mío
de la catarata de sangre
de estallar en la cruz
de los clavos
rogando
que cese la condena
Martillar con mano propia
la espina tétrica del deseo ajeno
en mi tobillo de alitas nuevas
Luego abandonás las certezas
y tu otra memoria pregunta por tu nombre
por ese intersticio
nacido gracias a los mordiscones de la mente
reconocés las llagas infectas por el tiempo de otros
limpiás la herida:
no sos vos
no fui yo no ¡no fui yo!
¡no tengo culpa!
Ante la barbarie de la sombra
me doy a luz en una memoria íntima
que me consuele, me alivie, me perdone
que me reconozca impune del placer
en el libro de la vida
y escriba “libre de castigo”
en el de la muerte.
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