Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

miércoles, 29 de junio de 2011

Una cocina económica

el horno temblaba de miedo al fuego
faltó olor a pan

desde la limpia ciudad
plena de derrotas no reconocidas,
óxido alimento de las sombras familiares,
llegaba un abrazo helado.


El calor de la leña 
fraguó acerosobre las hijas
con tanta brasa
que hoy nieta
tropieza por el microondas
con la misma angustia
que hija y madre.

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