Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

martes, 18 de mayo de 2010

Papiros.

Trabaja la noción de cuerpo
como palimpsesto.
Estratos desentrazados
o paisajes amurados en el músculo
dejan huellas en las coyunturas.
La tensión que se llama a sí misma pretexto
conjuga la célula de la acción
y cierra el hueso del verbo.

El utensilio más elegante de cualquier morada
afila su voz y dice:
“Rasguemos los costados de la armadura”
Modula el hierro del trazo anciano
como si fuera una dulce joven
que busca la verdad
atrás de las metáforas de un esposo
todavía amado.


El cuerpo, así,
tiene sabor a otro texto.

(Marcela, de quien no se su apellido, convidó este modo de entender el cuerpo como palimpsesto en una reunión preciosísima. ¡Que hermosura!)

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