Un gran ladrón rapaz de plumas hinchadas contempla en el claro a la mujer arqueada sobre una cruz y a la que el terror sodomiza. El pájaro ávido como todos los que tienen el pico tan largo, tan ganchudo, el pájaro lento como todos los que tienen que mover una masa considerable, el pájaro contemplativo como todos aquellos a quienes la dimensión de sus alas instala en un trono sobre las columnas ascendentes en lo alto de los aires, el pájaro la mira. Extraño, una mujer; extraño, ¡y cómo se parece a las tripas!
Se produce en el claro entonces un instante espantoso.
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