Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

sábado, 6 de noviembre de 2010

Un gran ladrón rapaz..., de Henri Michaux

Un gran ladrón rapaz de plumas hinchadas contempla en el claro a la mujer arqueada sobre una cruz y a la que el terror sodomiza. El pájaro ávido como todos los que tienen el pico tan largo, tan ganchudo, el pájaro lento como todos los que tienen que mover una masa considerable, el pájaro contemplativo como todos aquellos a quienes la dimensión de sus alas instala en un trono sobre las columnas ascendentes en lo alto de los aires, el pájaro la mira. Extraño, una mujer; extraño, ¡y cómo se parece a las tripas!
Se produce en el claro entonces un instante espantoso.

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