Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

lunes, 29 de noviembre de 2010

Zanahoria

un pliegue
introvierte su osamenta
redobla la apuesta
recuerda la potencia de la línea

con un movimiento quieto

contradictorio del tiempo y el espacio
el volumen convierte a la materia
en horizonte perpetuo.

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