en las puertas de embarque
observo el manojo de llaves
o acomodar el ramo como si fueran orquídeas
dentro del florero de la mejor lápida
de algun abismo
o rallar hasta la línea de piedra los dientes
fieles por nacimiento a una cerradura
y patito splash splash splash
splash splash splash splash
splash splash splash splash
hasta el infinito
o derrocar el metal a furia de grietas
hasta que se funda en un solo estorbo informe
el modo no importa
una vez elevado el tren de aterrizaje.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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