llego desde el silencio
conozco los albores del desierto
brillo, vieja, la luz de un guiño descosido
si, me resuenan en la boca sus metales de trompe
pero mas me subleva el miedo.
nunca me creyeron cuándo toqué la puerta
nunca me quisieron creer
probablemente descanse triste
sobre la laguna de las certezas.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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