El pelo brilla como mamá quisiera que brille:
“luce radiante”
La tolerancia al llanto ajeno está en baja
a esta altura nada agrega manchar la hoja.
la memoria vive
el cristal de algun sabado reflejó un intento
y ciertas mañanas sirvieron para comprobar
la versión callada del hastío
un engranaje que no abre sus dientes
El silencio no funda realidades
prologa otros vacios
los ruidos invisibles
convocan al duelo
El ojo amordazado de furia por la magnitud de la osadía
de accionar los deseos
desconocer la susceptibilidad del tímpano
y negar la entrega del amor sin fondo.
Fácilmente notorio
apagar el llantito sobre un gran hombro llano y desierto
volar bajo
mejor la verdad
contundente como ser feliz
con el amor que cosió esa camisa verde.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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