en la calle todo es mas claro
camino de la mano con mi bolso
o mi libro.
Sobre la puerta de la Iglesia del Carmelo
un san pedro de uniforme azul avisa con su mirada
que la casa de Dios se reserva el derecho de admisión y permanencia.
La puerta de la casa del humano
está rodeada con el mismo marco de honestidad
la habitación tiene paredes filosas que debo ordenar
para rayarme las bombachas lo menos posible:
no quiero sostener un traje en el armario
dejo arriba de la sillas para que los lleven
los sweaters que nadie vino a buscar
Las sábanas que encontré limpias tienen bordes elásticos
pero les sobra tela de largo y falta de ancho
para mi reino de una plaza.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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