Existe la decisión hoja de afeitar
esquivo las venas con mucho cuidado
no quiero matarme
de a poco
el filo alcanza la profundidad necesaria
la extensión buscada
una catarata chorrea carne desde mi nuca
en la película roja sobre el ahora hueso
por fin me reconozco:
no tengo ni siquiera una palabra para dar
soy completamente desnuda.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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