Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

lunes, 25 de julio de 2011

Cosecha, no oferta.


La luz me ha enseñado el conjuro
la ternura es un vino reservado
lo descorcharemos en las gigantes ocasiones
en cuyas aguas nos hundimos sin ahogarnos.

Maravilla quienes dan tanto amor por amor
No es sana mi envidia
yo no tomo nada contra mi vacío.

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