Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

martes, 28 de diciembre de 2010

botín de trabajo

que queda por hacer
cuando llega el despojo

prender algún pabilo
que no apague el dolor
el destello de sangre

patearle el culo a la infecta
con ése tesoro
con el instrumento
de una obrera
de la expresión

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