Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

domingo, 5 de diciembre de 2010

de los perros en las plazas

la oscuridad traba la puerta/el roce del timbre me destroza.

Y si tus palabras despiden/perros mojados por la lluvia en la calle/un pelaje que conozco/
de tanto peinarme/la luna estaqueada en la barda/ilumina mi espalda

no quiero leer/ ni siquiera una línea/que atraviese la tapa/de mi bitácora

luego me despierta el estómago/reeduca al mecanismo

pero ya el tiempo/colmillo que brilla/como única luna/ marca la mordida.

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