Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

viernes, 17 de diciembre de 2010

Canción del entrevero

¡la niña rota partió rauda!


despertaste a la tercera
labio a labio con quien yace en mi entrepierna
¡ay, marinero de aguas dulces!
¡qué estampida de orcas y ballenas!


una cuarta maduraba por la espalda
la quinta vibraba blanca al desmayarse


en mar adentro 
aprobamos sin debate y por consenso  
esta canción del entrevero 


tu cuerpo es Génesis, marinero


¿creará  la potencia necesaria 
para destruir la costumbre de mis duelos?
apostaremos, si lo marca la brújula maldita,
una pila de dudas y de miedos
marinero ¡ay! de aguas tan dulces
para que en la ruleta rusa del encuentro 
todas las veces que la marea sea dada 
asaltemos la banca del placer y la alegría



todavía no habré de pensar en los naufragios.

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