yo estaba ausente
me dejé en el baño
una toalla limpia
de cuestionamientos
cuando los días pasan
la tormenta arrecia
sin necesidad de soplarla
ella levanta las cejas
a mis experimentos
plagados de desatenciones
y de ruletas rusas
la otra sonreía festiva
en cualquier momento
preguntaría a qué sabe
él adentro mío
las demás dedicaron sus codos
y rodillas
a cumplir las tareas necesarias
y ni siquiera miraban.
pero ha reinado el consenso en la asamblea:
sssshhh. silencio. no pienses.
escondé las papilas. tapá la nariz.
guardá el nervio táctil en cualqier morada
acá están los tapones para los oídos,
vendemos los ojos al precio del hastío.
bañate, descansá, hicimos la comida
todas debemos estar preparadas.
Para nosotras
la tormenta arrecia
cuando los días pasan.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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