cuando entran
por el tunel
de lo imaginario
desde el banco
de las necesidades ajenas
extrañas jugadoras
con mi camiseta
roja. roja. roja.
Juego mi partido
de la seducción
con mis dolientes y soñantes
mis 11 más reales.
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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