¡Atencion! señoritas, ¿quiénes son?
las he sentido y las he visto,
¡ah! Las encantadoras señoritas
¡han vuelto al condominio!
Ah, queridas señoritas,
a veces si se quedan mucho tiempo
los dolores de cabeza son gigantes
pero si se van un par de meses
el juego de la vida
pasa a ser bolsa de valores
y los valores embolsados
convierten en plástico las noches.
Bienvenidas, señoritas, bienvenidas.
Desde hace un par de días
escucho como aúllan
una canción de babasónicos.
El satén se caldea a fuego lento
sobre mi pelaje amigo,
afuera la lengua, submarino
amarillo aunque moderno.
¿Tantas, tantas ganas de morderlo?
¡cuántas de ustedes han venido!
Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede
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