Ojalá fijáramos la brisa, o quedara grabada la emoción, o hubiéramos podido sujetar la luz a la palabra; pero luz, emoción, brisa se acurrucan apenas a los pies del poema, besan su frente y enseguida rompen sus lazos, libres. Quedan las huellas que la poesía nos lega cuando camina sobre la disímil materialidad del lenguaje. Nosotros, apalabrados, seguiremos en un viaje vital dentro de la certidumbre de aquello que nos elude. El tiempo se encargará de lo que quede

domingo, 17 de octubre de 2010

Mirada

Mientras el padre acomodaba acomodos/me ocupé cuidando hija ajena/volví adelante para jugar a la infancia//De tanto correr al castillo del campo/saltaron mis lentes/¡fak, no veo nada!/manos pequeñas de comprensión instantánea/enternecieron cristales con dedos y tierra/ para que yo pudiera/ seguir viendo el juego//no limpié mis anteojos/ no habré de hacerlo.

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